18/10/06

Memoria histórica (2) - Un diplomático en el Madrid rojo.




Continuando con la serie, quiero compartir con vosotros un libro que circula por la red: "Un Diplomático en el Madrid rojo", escrito por Félix Schlayer, Cónsul y Encargado de Negocios de Noruega en España (1936 - 1937). Como puede verse, una fuente fiable, ya que, a su neutralidad se le une el vivir todos los acontecimientos en primera persona. El libro lo podeis encontrar aquí.

Su lectura es muy recomendable, para hacerse una composición de lugar y evitar el "pensamiento único" que tanto le gusta al gobierno de zETAp.

Extraigo uno de los fragmentos:

Ya, desde los primeros días, habían quedado incautados en Madrid todos los automóviles que podían circular; y ello, en parte por el Gobierno, pero en su gran mayoría, por las llamadas "organizaciones" que surgían por todas partes, como las setas del suelo. ¡Cómo se profanaba el nombre clásico de Atenas, en todo los barrios de la ciudad, al asociarlo con los "ateneos libertarios", cuya única finalidad consistía en el robo y asesinato colectivo! Era de buen tono, que cada una de esas pandillas de unos cuantos "piojosillos" tuviera, como cosa propia, uno o más de dichos autos, a ser posible, grandes. Concretamente, los anarquistas se distinguían por "controlar" (es decir "incautarse"), solamente los coches de más potencia desdeñando los pequeños. Atracar las viviendas y llevarse a sus moradores eran cosas que se hacían siempre utilizando automóviles, ya que el "punto final" de las “relaciones”, de este modo iniciadas, se ponía fuera de la ciudad; así es como en España surgió la expresión "dar el paseo" que equivalía a asesinar.

Una mañana, en el transcurso de mi ida en coche a Madrid tuve que ser testigo de vista, involuntario, de la realización de tan trágico "paseo". El momento en que yo transitaba por la carretera, frente al cementerio (situado a un lado de la misma, pero algo apartado de la calzada) ví que se había adelantado, subiendo hasta allí, por una carretera paralela, un auto procedente de Madrid. Me detuve y me vi obligado a presenciar cómo, al principio con vacilaciones, se bajaban del mismo dos hombres, que desde lejos me parecieron jóvenes y detrás de ellos, otros cuatro, vestidos de milicianos, que prepararon inmediatamente sus fusiles. Intranquilos, a todas luces, por la presencia de un coche en la carretera principal, se apresuraron a dar la vuelta a la esquina de la tapia del cementerio, con sus víctimas, por lo que yo ya dejé de verlos. Inmediatamente después, sonaron los disparos, al principio aislados, luego más seguidos. Invitaban a las víctimas a que se escaparan para salvarse, a continuación les herían con disparos sueltos, y al caer, les mataban, disparando a bocajarro. ¡Contra estos dos desdichados hicieron más de veinte disparos!


Y otro más (dedicado especialmente al Doctor Honoris Causa, el muy venerado Carrillo):



Ya no podía quedarme allí más tiempo porque tenía que recoger al Delegado de la Cruz Roja para acudir a la entrevista con la nueva autoridad policial, tal como había quedado convenido entre nosotros. La tal autoridad, se llamaba Santiago Carrillo, con el que tuvimos una conversación muy larga en la que ciertamente recibimos toda clase de promesas de buena voluntad y de intenciones humanitarias con respecto a la protección de los presos y al cese de la actividad asesina, pero con el resultado final por todos percibido de una sensación de inseguridad y de falta de sinceridad. Le puse en conocimiento de lo que acababa de decirme el Director de la cárcel y le pedí explicaciones. El pretendía no saber nada de todo aquello, cosa que me pareció inverosímil.

Pero a pesar de todas aquellas falsas promesas, durante aquella noche y al siguiente día, continuaron los transportes de presos que sacaban de las cárceles, sin que Miaja ni Carrillo se creyeran obligados a intervenir. Y, entonces sí que no pudieron alegar desconocimiento ya que ambos estaban informados por nosotros.


¿MEMORIA HISTORICA? ¡RECORDEMOS TODOS!

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